octubre 21, 2025
Hoy en día nos encontramos en un contexto de alta complejidad e incertidumbre, donde la energía se encuentra en el centro de múltiples agendas y procesos. La pandemia ha dejado una economía global inestable, marcada por una creciente inflación. La recuperación post-COVID trajo aparejada una creciente demanda de energía para acompañar los procesos de reactivación económica y la readecuación de los modelos a las nuevas dinámicas de mercado. Sin embargo, estos procesos se vieron atravesados por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania el cual, conjunto al deterioro de la seguridad internacional y las pérdidas humanas y culturales, generó desabastecimiento y aumento en el costo de la energía. Esto ha supuesto grandes desafíos para la seguridad energética a nivel global, llevando a una mayor dependencia de los combustibles fósiles.
Esta situación ha puesto de relieve tanto la importancia de diversificar las fuentes de energía, como la urgencia de apostar más fuertemente por las energías renovables. De esta manera, la transición y diversificación energética resultan fundamentales para garantizar el abastecimiento y la accesibilidad a nivel global, así como para promover modelos de desarrollo sostenible y bajos en carbono que mitiguen el cambio climático.
Como podemos ver, la transición energética hacia fuentes renovables es una dimensión fundamental en la lucha contra el cambio climático y el avance hacia el desarrollo sustentable. Hoy en día la energía (generación, distribución y consumo) representa más del 80% de las emisiones globales de Gases de Efecto Invernadero (McKinsey & Co., 2022).
El futuro de la transición energética y la importancia de las energías renovables para el desarrollo sustentable
Dada la centralidad de la energía como motor del desarrollo y un elemento transversal a todas las dimensiones del mismo, la transición hacia la descarbonización y la reducción de las emisiones en el sector será altamente compleja y multidimensional. Esto se debe a que se requerirá reconformar la matriz energética a escala global, así como implementar cambios drásticos en las dinámicas de consumo de la energía; todo esto evitando impactos que desestabilicen el sistema económico y asegurando que la transición sea justa e inclusiva.
En este contexto, el desarrollo e integración de las energías renovables adquiere una relevancia y urgencia cada vez mayor, en aras a cumplir con los objetivos climáticos y asegurar la seguridad energética a nivel global. La realidad nos muestra que, si bien la producción de energía renovable se duplicó en la última década, los combustibles fósiles aún representan alrededor del 82% del consumo de energía primaria en 2021 (McKinsey & Co., 2022).
Analistas y expertos del sector a nivel global, señalan que la transición energética ha adquirido un carácter “desordenado” y “descoordinado”; el cual se verá potenciado si la búsqueda por la resiliencia y seguridad energética no se integra a las estrategias de descarbonización y carbono neutralidad.
Frente a esto, es fundamental comprender que, si bien ambos imperativos pueden verse contrapuestos en el muy corto plazo, ambos forman parte integral de las necesidades de desarrollo y serán elementos indivisibles en el mediano y largo plazo.
De esta manera, el único camino para asegurar la integridad de nuestro clima y la seguridad energética en el futuro, es invertir y fomentar hoy las energías renovables. En este camino, el trabajo y liderazgo desde los ámbitos locales será un pilar base para asegurar una transición justa, inclusiva y sostenible en el tiempo, que construya resiliencia desde las comunidades e integre los planes sectoriales a las metas globales.
La situación de Argentina
El país cuenta históricamente con una matriz energética sostenida principalmente en el uso de fuentes no renovables como el petróleo, para la generación de energía eléctrica (INGEI, 2020). Sin embargo, las energías renovables han adquirido un papel cada vez más relevante y competitivo en el contexto nacional, principalmente a partir de la ley nº 27.191. Esta ley establece el Régimen de Fomento Nacional para el uso de Fuentes Renovables de Energía destinada a la Producción de Energía Eléctrica y es una de las responsables, junto con programas de fomento como las rondas RenovAR, por la diversificación de la matriz en pos de una transición hacia fuentes renovables, como la solar y la eólica, y otros combustibles de transición como el gas natural.
Como consecuencia de este complejo normativo favorable, así como a condiciones del mercado interno de energía tendientes a una quita de subsidios y una consecuente alza en los precios de la energía eléctrica, las fuentes renovables emergen como una respuesta cada vez más atractiva y necesaria.
Adicionalmente, rige en Argentina la Ley 27.424 que permite la Generación Distribuida a nivel nacional. De acuerdo a este marco legal todos los usuarios, ya sean residenciales, comerciales o industriales están habilitados a autogenerarse su propia energía e inyectar los excedentes a la red de distribución bajo un sistema de facturación neta.
Esto ha llevado a la proliferación en el país de modelos innovadores para la generación descentralizada de la energía, que permiten a los actores locales desarrollar proyectos para autoconsumo (tanto de manera individual como asociativa) e inyección a la red de energía renovable.
¿Qué soluciones encontramos desde lo local?
En este contexto, modelos como la generación distribuida y la generación distribuida comunitaria (GDC) presentan cada vez mayores potenciales para el aprovechamiento de recursos a pequeña y mediana escala, el involucramiento de distintos sectores en la transición energética y la incorporación del bienestar de la comunidad a los modelos de generación energética.
El modelo GDC es una alternativa más para la generación de autoconsumo, en este caso en forma remota, y que amplía las oportunidades de acceso a energías limpias para todo tipo de usuarios (residenciales, comerciales, industriales, municipios, usuarios rurales, etc.). El mismo se basa en la generación de energías de fuentes renovables a través de proyectos de escala media y su inyección a la red eléctrica, con la posterior transferencia de créditos del Usuario-Generador Comunitario a los usuarios copropietarios.
Para ello, diferentes usuarios con puntos de suministro independientes dentro de una misma área de distribución pueden constituir, a través de distintos porcentajes de participación, un Usuario Generador Comunitario (UGC), para administrar un sistema de generación distribuida comunitaria de energía renovable.
De esta manera, el modelo GDC permite introducir un concepto innovador a través del aprovechamiento de recursos renovables, fomentando asimismo la mejora de las condiciones sociales y ambientales en el territorio y la generación de nuevas oportunidades de desarrollo local.
Nuestro trabajo desde HINS
Desde HINS Energía seguimos trabajando en pos de la transición energética, el pasado viernes hemos inaugurado un nuevo Parque Solar Fotovoltaico Comunitario en la localidad de La Laguna, provincia de Córdoba, el cual permitirá abastecer de energía limpia a parte de la comunidad. En su primera etapa, el parque cuenta con una potencia instalada de 131 kWp y generará 223 MWh de energía limpia al año, contribuyendo de esta manera a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de la generación fósil.